
Hoy he asistido a una conferencia de la mano de Luis Bruzón, periodista y realizador de Televisión. A partir de su experiencia he podido conocer más a fondo cuál es la realidad iberoamericana y, más específicamente, cuál es la realidad que se vive en Guatemala y qué papel desempeña la cooperación internacional en ella.
La realidad social, económica y cultural de Guatemala varía drásticamente según nos refiramos a ciudades o a zonas periféricas. Para ser más precisa diré que en Guatemala conviven cuatro grupos culturales, cada uno de ellos con su respectivo idioma: Maya, Xinca, Garífuna y Mestizo/Ladino.
Si nos fijamos en datos demográficos y económicos, éstos no son muy positivos. Guatemala tiene 13.3 millones de habitantes el 56% de los cuales se encuentra en una situación de pobreza y un 21% en una situación de pobreza extrema. El 28% de la población es analfabeta y, respecto a la población infantil, los datos confirman que 40 niños mueren por cada 1.000 nacidos vivos.
No obstante, estos datos no son representativos de toda la población guatemalteca a causa de la brecha social existente. De este modo, es posible pasear por la capital de Guatemala y ver coches de lujo al igual que ser testigo de hambruna en las zonas periféricas. Esta brecha que provoca el desequilibrio social tiene su causa en el neoliberalismo, así se explica que Cuba haya preferido mantenerse fuera de esta corriente con el objetivo de mantener la mayor cohesión social posible.
Así pues, en Guatemala la vida económica y el poder tienen su lugar en la capital. Podemos hablar, por lo tanto, de una centralización de la administración pública. No obstante, este problema no es el único causante de que Guatemala sea, hoy por hoy, un Estado débil. También podríamos hablar de la inexistencia de la seguridad jurídica, es decir, los ciudadanos carecen de abogados defensores; una baja carga tributaria a causa de la corrupción existente, baja cobertura sanitaria, es decir, la sanidad es privada y, por lo tanto, no todos los ciudadanos tienen el suficiente nivel adquisitivo como para acceder a ella; ausencia de políticas públicas contra la violencia y bandas agresivas como las denominadas “maras” y, ya por último, la alta discriminación existente de mujeres y de la población indígena.
En 1996 los guatemaltecos tuvieron la suerte de ver acabar la guerra civil que existía desde 1960, pero las consecuencias que ésta dejó fueron muy graves: más de 2.000.000 de muertos y desaparecidos, empobrecimiento y desarticulación del tejido social a causa de las migraciones que se producían debido a los exterminios de población que llevaban a cabo los militares. Los desplazamientos de los diferentes grupos culturales guatemaltecos a otros lugares de su país provocaban choques culturales y, por lo tanto, conflictos.
Aunque Guatemala cuenta con incentivos como su belleza natural, el turismo o las remesas que los guatemaltecos residentes en Estados Unidos envían, es obvio que la cooperación internacional es necesaria. La cooperación internacional pretende revertir situaciones desfavorables pero no lo pretende hacer únicamente a través de la dotación de recursos o de infraestructuras, sino a partir de la enseñanza de capacidades que posibiliten gestionar un futuro.
No se pueden hacer proyectos de cooperación sin saber exactamente cuál es la demanda de la población del país que se va a beneficiar de estos proyectos. Por ejemplo, los jóvenes guatemaltecos no quieren aprender a leer o a escribir, sino aprender un oficio con el que poder subsistir. Es importante tener esto en cuenta.
Luis Bruzón y el resto de integrantes de este proyecto de cooperación en Guatemala tienen claro cuáles van a ser sus ejes de actuación: descentralización y fortalecimiento municipal, reforma de la justicia, aumento de la participación ciudadana, expansión de la pequeña y mediana empresa y la lucha contra la exclusión de las mujeres.
Llegados a este punto, ¿cómo influye la comunicación en la cooperación? La comunicación influye mediante la información pública y la comunicación estratégica, es decir, implicando a los diferentes colectivos en los proyectos. No estoy hablando de una comunicación unidireccional, sino de un proceso de retroalimentación a través de espacios de diálogo social que permitan llegar a un consenso y evitar, así, la desconfianza que genera la información parcial en los ciudadanos. De este modo, podemos hablar de la demanda de un periodismo público, es decir, los medios de comunicación tienen que tratar en sus contenidos los temas que los ciudadanos quieran conocer de primera mano. La comunicación educativa tiene poca incidencia en sí misma, por este motivo es necesaria una mediación pedagógica capaz de lograr que los aprendizajes se traduzcan en nuevos hábitos y actitudes que conduzcan a la democratización y al fomento del sincretismo cultural.
Desde mi punto de vista, es sorprendente darse cuenta de que es en la comunicación y en el poder educativo de ésta donde radica parte de la solución para conseguir una cohesión social, económica y cultural consolidada.